lunes, 28 de marzo de 2011

Gramática de poder, deber y querer


Es cierto que las formas del condicional consideradas canónicas en español son las correspondientes al condicional simple (amaría) y al condicional compuesto (habría amado). Sin embargo, hay excepciones en nuestro idioma. Para los verbos modales deber, poder y querer existe una segunda posibilidad, que es el uso de la forma en -ra del pretérito imperfecto de subjuntivo (debiera, pudiera y quisiera), y que se emplea fundamentalmente en contextos de cortesía o de un lenguaje más elaborado.


Ejemplos:

Inés debería (o debiera) hacer algo.
Podría (o pudiera) ser como vos decís.
Querría (o quisiera) el solaz de una siesta.

Existe así mismo un uso, no normativo, actualmente muy extendido en el lenguaje coloquial, que puede considerarse implantado en la lengua estándar informal: el empleo del imperfecto de indicativo.

Ejemplos:

Convenía que Javier fuera a comprar los tragos.
Quería dos aceitunas con hueso en el mondadientes.

Esta opción no viene a sustituir o a desplazar al condicional simple, sino que alterna con este para ser usada en aquellos contextos en los que el hablante siente como más probable el cumplimiento de lo expuesto.

Así, los tres verbos mencionados cuentan con tres opciones.
Ejemplo:
Esa compañía para mí la querría (condicional canónico).

Esa compañía para mí la quisiera (más cortés o elaborado).
Esa compañía para mí la quería (más informal).

Para el resto de los verbos, sin embargo, solo son normales dos.
Ejemplo:

Sería conveniente llamar a Laura / Era conveniente llamar a Laura.

Siga con salud.

RAE



domingo, 20 de marzo de 2011

Boleros y Salud Pública

Pasé muchos años cantando esta canción sin entenderla:
"Nosotros,
que nos queremos tanto,
debemos separarnos,
no me preguntes más,
no es falta de cariño,
te quiero con el alma,
te juro que te adoro
y en nombre de este amor
y por tu bien: te digo adiós".
Si no es falta de cariño, entonces, ¿qué es? ¿por qué rayos la deja? Pedro Junco, el autor de esta carta de despedida, que en cuatro días se convirtió en bolero, tenía 23 años y se iba a morir de tuberculosis. Ella tenía 20 años y le guardó 10 de luto. 10 años.

Le comento estos datos de anciano a mi amiga:

—"¡Qué romántico!" me dice, "un problema de salud pública. Se moría la gente joven, en la flor del romance. Además, cuando la esperanza de vida era de 35 años, había que apurarse, casarse a los 15, amor a primera vista, etcétera, soque, si no no da tiempo de tener nietos, y había que tener 6 hijos porque se morían 3. La falta de romance es culpa de la salud pública."

Ya me estaba enamorando de ella pero me interrumpió:

—"No había tiempo de nada, Roberto, había que enamorarse del primer menso que viera uno en misa, que estuviera de buen ver."

Ahora todos creen que van a vivir para siempre. Ese es nuestro problema. No se puede todo.